Sí… en ocasiones, el tránsito por los social media genera un efecto reparador.

Si nos retrotraemos un poco en la historia nos daremos cuenta que, finalmente y al margen del análisis económico, político o social, lo que ha sucedido en ésta nueva caída del imperio (Unión Europea) y re-estructuración de los puntos neurálgicos de poder que llamamos crisis y por la que transitamos desde hace tantos años ya, que suena aterrador recordarlo, es simplemente… una ruptura absoluta de los lazos de confianza.

Si hacemos un ejercicio de localización y trasladamos ese escenario en macro a nuestra realidad, podemos seguro imaginar lo que implica perder – definitivamente- la confianza en algo o alguien.

Cuando nos adentramos en el momento actual a las profundidades de los social media y los analizamos desde un prisma empresarial; atención, activemos todos nuestro hemisferio cerebral vinculado al “productor” que todos llevamos dentro. Nos damos cuenta que en los oscila media se generan vínculos, vínculos en los que los compromisos son mutuos y las confianzas son su alimento y gracias a éstos vínculos, es que podemos ir abriendo las puertas de las oportunidades.

Sí… vivimos la primera revolución cultural del siglo XXI es cada vez más frecuente escuchar a personas que, lejos del mundo social, se muestran como los “nuevos flautistas de Hamelin” atrayendo a las personas hacia la creencia acérrima que un mundo mejor es posible.

La penetración del fenómeno social en nuestras vidas nos vuelve a situar ante objetivos y exigencias, vinculadas con todo aquello que se deriva de la confianza, el cumplimiento de los compromisos y la ética como elemento central de la misión, visión y valores, de cualquier empresa.

Nos exige que seamos capaces, de verdad y con nuestras acciones particulares, de sembrar nuevos puntos de encuentro para quienes crean en éste mundo utópico.

La nueva cultura social unifica conceptos y nos obliga a exponernos, nos impone hablar de ética y nos la define desde una posición 100% vinculada a los valores.

Es imperativo entender que Internet, Google, el posicionamiento, la conquista de las redes sociales, la satisfacción del cliente, la acción social…. No son sino quienes nos permiten entender que lo que hoy se nos demanda es:

• Aprender a vivir con lo que haya y además, ser capaces de repartir nuestros recursos de forma justa y equilibrada
• Actuar conforme a los preceptos que rigen la buena educación, vinculados con la confianza
• Hacer de la ética una forma de vida y ser capaces de distinguirla en todas nuestras acciones.

Sólo cuando creemos firmemente que “vivir en la casita de la pradera” en términos relacionales es posible, adquirimos el equilibrio necesario para integrar la nueva forma de comunicarnos en nuestras vidas.

Será el deseo profundo de dejar un mundo mejor a nuestros hijos, será que sabemos de las enormes y aún desconocidas oportunidades que subyacen en el uso y aplicación de los social media a la empresa, será la crisis que no afloja… sea lo que sea, se impone el emprendimiento, la acción, el nuevo liderazgo y la lucha constante por la defensa a ultranza de la ética.

En la evolución de las empresas en la calidad de los servicios prestados a los clientes, aliados, colaboradores, están las respuestas.